sábado, septiembre 16, 2006
Qué somos?
A contiuación les transcribo el contenio de un e-mail que me gustó bastante, y quizá algunos de ustedesy a lo hayan leído:
¿Qué somos?
Rafael Osío Cabrices
Nuestro plato nacional es el pabellón criollo, pero Venezuela es uno de los países en los que más se consume pasta en el planeta y difícilmente haya en Estados Unidos alguna ciudad que tenga más carritos de perros calientes y hamburguesas que Caracas.
Los de Caracas comemos pargo frito en la playa y sushi en la ciudad; los de Margarita se hacen una inmensa arepa en la mañana y toman whisky escocés en la tarde; los del Zulia (lugar venezolano si los hay) cubre su dieta de salsa rosada, que hasta donde sé no es de origen indígena: se compone de la mayonesa que inventaron los franceses y el ketchup que los ingleses trajeron de la India. La merienda típica de un almuerzo es una canilla, una baguette, con Coca Cola; las empanadas de cazón de Paria llevan curry; y nadie parece encontrar ningún problema en salir a manifestar contra Bush y luego almorzar en un McDonald’s, o en salir a manifestar contra Fidel y en la tarde comprarse un disco de Buena Vista Social Club en Esperanto.
Cuando hablamos, nos tragamos las S como los andaluces y los canarios que se regaron por el Caribe. Llano adentro se consigue un castellano del Siglo de Oro y en los Andes el áspero español septentrional que dejaron los vascos. Todos usamos todo el día el O. K. de los gringos y el pana que tal vez vino de Panamá. Nos vestimos imitando a las estrellas del espectáculo global,mostrando mucho el cuerpo, repletos de marcas y de publicidad gratuita. Nos quejamos de la globalización pero 53% de nosotros usa Internet.
Distintas estadísticas –económicas, políticas– dicen que somos muy distintos, que hay mucha distancia entre unos y otros. En efecto,hay varios aquí que pueden sentarse a conversar sin ningún complejo con cualquier abogado rico de la Quinta Avenida de Nueva York, mientras que otros comparten el mismo drama que un vendedor ambulante de Mauritania o un escolar de Camboya. Pero pocos de nosotros no saben bailar aunque sea merengue, se resisten a un tequeño o carecen de ese incombustible sentido del humor que actúa hasta en la puerta de las funerarias. En Vista Arriba o en El Guarataro, en Mérida o en San Juan de las Galdonas, vemos mucha tele,bebemos mucha cerveza,sabemos de qué va el reguetón, estamos al tanto del embarazo de Angelina Jolie y soltamos los zapatos a las tres de la mañana, cuando la fiesta llega al clímax, para bailar tambores.
Nos levantamos a las 4:00 am si hay que hacerlo, pero salimos disparados del puesto de trabajo para tomarnos un café apenas se presenta la ocasión. Somos más confianzudos que corteses, más metiches que solidarios, más anárquicos que democráticos, pero quien vive entre nosotros y luego se va, extraña siempre un fulano calor humano cuya ausencia notamos todos apenas nos alejamos del Ecuador. Nos jactamos de ser optimistas y nos gusta decir “pa’ lante es pa’ allá”, sin saber mucho qué carrizo significa.
Se nos llama “pueblo sin memoria”, pero también nos cuesta horrores pensar en el futuro, de manera que vivimos en una suerte de presente absoluto y perpetuo al que tratamos de sacarle el máximo. Sin embargo, podemos aferrarnos por décadas a ciertas ideas fijas que no aguantarían dos minutos de argumentación seria. Aún así, somos notablemente flexibles y contradictorios; nuestra conciencia es como una cálida piscina en la que todo dogma se disuelve, porque casi nada podemos tomarlo demasiado en serio, así que el fanatismo simplemente no nos va fuera del estadio de béisbol, nadie logra aquí dársela de puro, de íntegro, porque, aquí, toda ortodoxia termina derretida bajo la inclemente resolana de nuestro hedonismo.
Somos jabonosos para los ejecutivos de mercadeo, impredecibles para los urbanistas y escurridizos para los mandones. Somos muchas cosas a la vez. Nadie nos entiende, empezando por nosotros mismos, pero ahí vamos. Cada día simplemente volvemos a amanecer siendo nosotros, lo que sea que eso sea. En materia de identidad, aquí nadie es inmaculado y clasificable: todos tenemos rabo de paja. Un rabo de paja que movemos muy bien al son que nos provoque.
¿Qué somos?
Rafael Osío Cabrices
Nuestro plato nacional es el pabellón criollo, pero Venezuela es uno de los países en los que más se consume pasta en el planeta y difícilmente haya en Estados Unidos alguna ciudad que tenga más carritos de perros calientes y hamburguesas que Caracas.
Los de Caracas comemos pargo frito en la playa y sushi en la ciudad; los de Margarita se hacen una inmensa arepa en la mañana y toman whisky escocés en la tarde; los del Zulia (lugar venezolano si los hay) cubre su dieta de salsa rosada, que hasta donde sé no es de origen indígena: se compone de la mayonesa que inventaron los franceses y el ketchup que los ingleses trajeron de la India. La merienda típica de un almuerzo es una canilla, una baguette, con Coca Cola; las empanadas de cazón de Paria llevan curry; y nadie parece encontrar ningún problema en salir a manifestar contra Bush y luego almorzar en un McDonald’s, o en salir a manifestar contra Fidel y en la tarde comprarse un disco de Buena Vista Social Club en Esperanto.
Cuando hablamos, nos tragamos las S como los andaluces y los canarios que se regaron por el Caribe. Llano adentro se consigue un castellano del Siglo de Oro y en los Andes el áspero español septentrional que dejaron los vascos. Todos usamos todo el día el O. K. de los gringos y el pana que tal vez vino de Panamá. Nos vestimos imitando a las estrellas del espectáculo global,mostrando mucho el cuerpo, repletos de marcas y de publicidad gratuita. Nos quejamos de la globalización pero 53% de nosotros usa Internet.
Distintas estadísticas –económicas, políticas– dicen que somos muy distintos, que hay mucha distancia entre unos y otros. En efecto,hay varios aquí que pueden sentarse a conversar sin ningún complejo con cualquier abogado rico de la Quinta Avenida de Nueva York, mientras que otros comparten el mismo drama que un vendedor ambulante de Mauritania o un escolar de Camboya. Pero pocos de nosotros no saben bailar aunque sea merengue, se resisten a un tequeño o carecen de ese incombustible sentido del humor que actúa hasta en la puerta de las funerarias. En Vista Arriba o en El Guarataro, en Mérida o en San Juan de las Galdonas, vemos mucha tele,bebemos mucha cerveza,sabemos de qué va el reguetón, estamos al tanto del embarazo de Angelina Jolie y soltamos los zapatos a las tres de la mañana, cuando la fiesta llega al clímax, para bailar tambores.
Nos levantamos a las 4:00 am si hay que hacerlo, pero salimos disparados del puesto de trabajo para tomarnos un café apenas se presenta la ocasión. Somos más confianzudos que corteses, más metiches que solidarios, más anárquicos que democráticos, pero quien vive entre nosotros y luego se va, extraña siempre un fulano calor humano cuya ausencia notamos todos apenas nos alejamos del Ecuador. Nos jactamos de ser optimistas y nos gusta decir “pa’ lante es pa’ allá”, sin saber mucho qué carrizo significa.
Se nos llama “pueblo sin memoria”, pero también nos cuesta horrores pensar en el futuro, de manera que vivimos en una suerte de presente absoluto y perpetuo al que tratamos de sacarle el máximo. Sin embargo, podemos aferrarnos por décadas a ciertas ideas fijas que no aguantarían dos minutos de argumentación seria. Aún así, somos notablemente flexibles y contradictorios; nuestra conciencia es como una cálida piscina en la que todo dogma se disuelve, porque casi nada podemos tomarlo demasiado en serio, así que el fanatismo simplemente no nos va fuera del estadio de béisbol, nadie logra aquí dársela de puro, de íntegro, porque, aquí, toda ortodoxia termina derretida bajo la inclemente resolana de nuestro hedonismo.
Somos jabonosos para los ejecutivos de mercadeo, impredecibles para los urbanistas y escurridizos para los mandones. Somos muchas cosas a la vez. Nadie nos entiende, empezando por nosotros mismos, pero ahí vamos. Cada día simplemente volvemos a amanecer siendo nosotros, lo que sea que eso sea. En materia de identidad, aquí nadie es inmaculado y clasificable: todos tenemos rabo de paja. Un rabo de paja que movemos muy bien al son que nos provoque.
posted by Diego Ibarra at 10:26 p.m. | Permalink | View blog reactions
5 Comments:
At septiembre 17, 2006 7:17 a.m.,
La Salsa Golf o salsa rosa es tipicamente argentina.
Según la tradición, fue inventada por el premio Nobel Luis Federico Leloir a mediados de los '20, cuando concurría al "Golf Club" de la ciudad balnearia de Mar del Plata junto a sus amigos.
Tiempo después bromeó con que "si la hubiese patentado ahora tendríamos mucho más dinero para investigar". (Wikipedia)
Creo que el Buena Vista Social Club no ha grabado discos en Esperanto. :-P
Muy bueno el blog
:-)
Está buenísimo...
(pero todavía no se si es bueno o malo... me dejó una sensación medio extraña... lo voy a reflexionar)
Saludos!