Meditando sobre la dinámica del cumplimiento de El Código por las personas que creen en sus altos ideales, me detuve por un rato en el contexto en el cual se desarrollan esas personas, en su entorno.

Considerando que El Código no puede ser jamás impuesto, sino que seguir el decálogo de conductas y valores (Valentía, Justicia, Lealtad, Humildad, Ayuda al Prójimo, Disciplina, Moralidad, Verdad, Honor y Sentido Común) debe ser completamente voluntario y a conciencia, el sujeto debe poder decidir seguirlo o no, y es entonces cuando viene el concepto de Libertad.

Haciendo síntesis de algunos conceptos de Libertad, podría definirla como la facultad del ser humano de decidir llevar a cabo o no una determinada acción, siguiendo su propia voluntad (o en otras palabras, actuar como se desee).

Por supuesto, esto no aplica a las personas esclavas o dependientes de otros de manera coercitiva (como los presos).

Sin embargo, hay que tomar en cuenta que el ser libre no sólo otorga la capacidad de elegir qué hacer, sino que también lleva implícita la responsabilidad por los propios actos.

Por otro lado, si bien El Código debe poder seguirse en las más difíciles circunstancias, resulta claro que recibiría condicionamientos en un ambiente de falta de libertad.

Por ejemplo, en un Estado autoritario o subyugado por otra potencia, sería difícil hablar siempre con la Verdad (en especial si se está en contra de quien ostenta el poder). O en una situación de carencia total no es mucho lo que se puede Ayudar al Prójimo.

En resumen, sólo en Libertad podemos elegir qué hacer y qué seguir, sin ningún tipo de condicionamientos a nuestra voluntad (claro, haciéndonos responsables ante la sociedad por nuestros actos).

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